El segundo día en París íbamos a combinar Los Inválidos, la Iglesia de la Madeleine (junto a la intervención artística The Umbrella Sky Art, la de los paraguas en el aire), la Opera Garnier y el exterior del Louvre.
Veniamos de un primer día bien intenso que detallamos en este post.
Desayunamos rápido en lo de nuestros amigos parisinos, y salimos para Los Inválidos. Cuando me recomendaron ir antes de viajar, me llamó la atención el nombre. Fue originalmente un complejo militar destinado a ser residencia de militares retirados, inválidos, que al volver de la guerra no contaban con hogar.
Hoy en día es el lugar donde descansan los restos de Napoleón (en un tremendo salón en su honor), de su hermano y también cuenta con un museo militar impresionante. Ah, en el complejo también hay una capilla muy linda.
Pagamos la entrada y lo recorrimos de punta a punta. A mi personalmente me gustó mucho y se lo recomendaría a cualquiera que viaje a París.
Desde ahí, caminamos para cruzar el Río Sena por el Puente de Alejandro, uno de los más bellos de la ciudad, con el objetivo de ir a visitar la Iglesia de la Madeleine. El templo es muy diferente a una iglesia convencional, tanto en su interior, pero por sobre todo en su exterior, el cual se asemeja a un templo griego. Vale la pena visitarlo.
Y es todavía más aprovechable si justo a una cuadra del lugar, en el pasaje Village Royal se encuentran con The Umbrella Sky Art. Básicamente es un pasaje lleno de paraguas en el aire que llenan esa callecita de colores increíbles. Para una foto, es un lugar perfecto.
Al salir de ahí, nos fuimos para la zona de la Opera Garnier, donde teníamos entradas para visitarla, pero antes tuvimos que hacer tiempo y aprovechamos para hacerlo en uno de los cafés más emblemáticos de la ciudad: Café de la Paix. Como anécdota, nos pedimos dos cafés con leche y un croque monsieur con café con leche. Lo gracioso es que el croque vino con papas fritas y no le hicimos asco a nada.
La Opera Garnier fue una sugerencia sobre el final de los preparativos, y le agradezco a Dios haberla recibido. Es un lugar increíble. El lujo, la arquitectura, la elegancia… todo se junta en la obra de Garnier.
Hoy en día la sala de espectáculos se sigue usando, decorada en rojo y dorado y con capacidad para casi 2.000 espectadores es uno de los principales atractivos de la visita junto a una tremenda escalera de mármol que da ingreso a la misma.
La visita nos llevó un bien tiempo, en parte porque hay mucho para visitar y en parte porque estaba lleno de gente que se demoraba muchísimo para sacar sus fotos. Una vez terminada, paramos a almorzar en Le Mondial Café, un restaurant discreto donde yo me pedí pasta y Flor ensalada.
A la salida, caminamos hasta la entrada del Louvre para culminar el día y nos perdimos por algunas calles de París, siempre cerca del rio Sena. Desde ahí, subte para volver a casa a comer con los anfitriones, que nos preparaban con otra cena memorable.
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