Apenas despertamos sabíamos que el día terminaba viendo la ciudad de París desde arriba. ¿Por qué? Porque habíamos programado para despedida de la ciudad subir a la Torre cuando estaba por caer el sol y ver el atardecer desde ahí.
Pero teníamos todavía el día por delante, así que apenas nos levantamos salimos para Ile Saint Louis para desayunar en bistrot le louis ix. Esta ubicado en una esquina, y no es nada del otro mundo, pero queríamos desayunar en la pequeña isla que es la que esta justo al lado de Ile de la Cité, que es a donde estaba nuestra primera atracción el día.
Al terminar de desayunar, cruzamos de islita porque íbamos a conocer la Saint Chapelle. La misma se encuentra en el perímetro de La Conciergerie o palacio de la cité, que fue residencia real y también, posteriormente, una prisión.
La Saint Chapelle es una obra arquitectónica chica, pero magnifica a la vista de cualquier persona. La entrada de luz, los vitrales, las paredes. Cuando hablo de paredes, me refiero a la parte inferior que era la destinada a la gente común. Porque la parte superior casi no cuenta con paredes, sino con columnas y vidrio y era la que pertenecía a la corte del rey. Lo que la hace espectacular. Todo es muy recomendable.
Caminamos un poco más por la zona, hasta caer en The Drink Doctor, un bolichito muy simpático donde decidimos comer. Tenía un sótano increíble con unos baños espectaculares, a los cuales no pudimos evitar sacarle fotos. Pedimos unas quiche lorraine que estaban muy ricas y seguimos con dirección a la Place de la Concorde.
¿Qué es la plaza de la concordia? Es la segunda plaza más grande de Francia y es lo que marca el limite entre el jardín de las Tullerías y los jardines de Campos Eliseos. En el medio tiene uno de los monumentos más emblemáticos de París que es el obelisco Luxor. También hay algunos edificios y fuentes.
Básicamente caminamos por el Jardín de las Tullerías, pasamos por ahí y seguimos por Av. De los Campos Eliseos y sus jardines hasta llegar a la zona de los locales donde estuvimos casi toda la tarde.
Además de algunas compras, aprovechamos el wifi que ofrece la avenida para rentar uno de esos monopatines que están en las grandes ciudades. Yo ya los había usado en Los Angeles, pero para Flor fue el debut y le encantaron.
Caminamos toda la tarde por ahí y entramos a muchísimos locales. A algunos no pudimos ya que estaban tapeados o prendidos fuego por la marcha del día anterior de los chalecos amarillos.
De ahí, nos fuimos para los Jardines de Trocadero, que son los que se encuentran detrás de la Torre Eiffel. Merendamos en un banco, comprando unas cositas en un puestito callejero que estaban muy ricas.
Con la panza llena, hicimos la fila para subir a la torre. Sin dudas, fue la revisación mas exhaustiva que nos hicieron en todo el viaje. A la altura de un aeropuerto. Tardamos una hora en llegar a la boletería (se puede subir por escalera….pero no, gracias) y sacamos los pases.
La subida es increíble. Primero un ascensor de doble piso sube en diagonal hacia el eje de la torre. Una vez llegados a ese punto, uno baja y se toma otro ascensor, ya un poco más moderno, que sube eternamente hacia casi la cima de la torre donde se consigue una vista espectacular.
Ambos ascensores son vidriados y se puede ir viendo la subida. La vista arriba es espectacular, solo faltaría poder ver la torre para sentir París al 100%, pero es imposible. Eso se puede hacer desde el mounstro de Montparnasse. De ahí uno puede ver París desde arriba, pero sin dudas esta parado en un lugar que no es acorde a la ciudad donde esta.
Vimos el atardecer ahí arriba y como las luces de la ciudad se iban encendiendo para pasar a ser lo único que se veía. El viento era de locos, sentís como se mueve la torre y el frío era tremendo. Pero valió 100% la pena poder disfrutar París desde arriba.
Al bajar, caminamos por los campos de marzo para ir a cenar con nuestros amigos franceses mientras la torre iba tirando cada determinado tiempo un show de luces que va a quedar para siempre en nuestro recuerdo.
La ultima cena fue espectacular. Quesos comprados en el mercado del domingo para después de la cena y luego una creme brulee increíble. Tomamos una vichy catalán que nosotros teníamos guardada. Si quieren saber bien que es, pueden ver el documental sobre agua de Zac Effron.
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